Hace unos días recibí noticias de los hermanitos Bombón y Tigre. Dos gatitos afortunados que fueron adoptados juntos.
Es curioso como a veces una serie de hechos no relacionados pueden cambiar una vida. Si no que se lo digan a ellos, un viaje a Nueva York y un regalgo juguetón, hicieron que sus destinos dieran un giro de 360º.
Era el verano de 2011, se planteaba aburrido y sin sobresaltos, pero de repente surgió una invitación para ir a Nueva York, la ocasión no era como para dejarla pasar... pero surgió el problema ¿qué hacer con la minicolonia felina? La solución vino, como no, de mano de otra loca de los bichos, mi amiga Susana y yo hicimos un trato, ella vendría a cuidar de mis gatos mientras durase mi viaje y a cambio yo cuidaría de su cachorro acogido mientras ella se marchaba de vacaciones en agosto.
Las dos cumplimos nuestro trato y así fué como el cachorro vino a casa, y salvó a los dos gatitos. No los salvó de una forma heroica como las que salen en los periódicos ¿pero que más da, si el resultado fué el mismo?
Chango, que así se llamaba el angelito, resultó ser todo energía y vitalidad, con lo que era muy complicado tenerlo todo el día en casa, el sitio que más a mano venía para que hiciera ejercicio era un parque "no muy recomendable" que queda cerca de casa, frecuentado por una galería de personajes digna de un programa de Callejeros, normalmente ni piso allí, pero el pequeño cruce de mastín con galgo, pletórico de energías me empujó a pasar un rato todas las tardes.
Una tarde de agosto el cachorro se acercó a un banco de piedra roto, cuando fuí a ver que era lo que le interesaba tanto, descubrí que Chango había entablado amistad con dos gatunos de su misma edad. Con una feliz inconsciencia se apuntaron a la comitiva dispuestos a acompañarnos a casa.
Y aquí llega el siguiente "favor", como no había donde meterlos, llamamos a amigos, vecinos, conocidos... con la esperanza de encontrar un alma caritativa que pudiera hacerles hueco. Nuestras súplicas fueron escuchadas por nuestra amiga Amor, que aprovechando la ausencia de sus vecinos "los rancios", los coló en un pequeño patio común.
Pocas semanas después una familia de Madrid se interesó por ellos, al principio sólo querían adoptar uno, pero el cariño que se tenían el uno al otro los conmovió y al final decidieron no separarlos.
Hoy en día gracias a toda esa larga cadena de favores, viven felices junto a su nueva familia.